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El Anciano de las Rosas

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Un hombre de avanzada edad, vestido con un traje formal y sosteniendo una rosa roja en su mano, recorría las calles de la ciudad. A pesar de su presencia, pasaba desapercibido para la mayoría. Su fama de malhumorado lo precedía, ahuyentando cualquier intento de interacción. Aislado y sin familia, el anciano transitaba siempre por la misma ruta.

Un día, el anciano desapareció sin dejar rastro. Aquellos que habían sido víctimas de su amargura celebraron su ausencia. Amanda, liberada de la molesta presencia que interrumpía sus paseos matutinos. Carlos, recuperando su preciada pelota perdida en el jardín del anciano. Tomás, librándose de las tediosas historias que narraba el hombre. Carmen, protegiendo sus flores de las pisadas que las marchitaban.

La alegría de la desaparición, se transformó en silencio, al leer la noticia en el periódico local:

"Anciano es hallado sin vida, en cementerio local".

El artículo relataba la historia de un hombre que, día tras día, llevaba flores a la tumba de sus familiares fallecidos. Un accidente automovilístico le había arrebatado a su familia cuando era apenas un niño, siendo el único en salvarse y dejándolo solo en este mundo.

Un golpe de tristeza sacudió a los que habían celebrado la partida del anciano. La amargura que lo caracterizaba se debía a la profunda soledad y al dolor en el que vivía. Su único anhelo era sentir la compañía de una familia, visitándolos muy seguido en el cementerio.

Los rostros de los que lo habían juzgado se llenaron de vergüenza. Amanda recordó la amabilidad del anciano al cederle el paso en la acera. Carlos, la generosidad con la que le permitió recuperar su pelota en otras oportunidades. Tomás, las historias llenas de sabiduría que le brindaba en esos momentos de tristeza. Carmen, las rosas que el anciano le regalaba.

La culpa los invadía. Habían juzgado al anciano sin conocer su historia, sin comprender el peso de su soledad y el dolor que lo consumía.

En medio del silencio, una reflexión nació en sus corazones: ¿Cuántas veces juzgamos sin conocer? ¿Cuántas veces la amargura esconde un dolor profundo?.

¡Fin!

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