Mi padre me contó que cuando era niño, mi abuelito lo mandaba a cuidar toros. Un día, se dirigía a la salida del pueblo rumbo a los cerros a pastorear, pero iba un poco distraído. Me comentó que sintió que alguien lo observaba del otro lado de un barranco. Para su sorpresa, vio al maligno, sentado con un viejo a su lado, una cola que se meneaba detrás, y sus cuernos y barba. Recuerda que se estaba rascando el pecho. Al verlo, sintió un terrible miedo y escalofrío, lo cual lo hizo correr sin sentir el camino a su casa.
Por fortuna, mi abuelo y uno de sus hermanos estaban en casa y se sorprendieron al ver a mi padre asustado y llorando. Les contó lo sucedido y fueron al lugar, pero obviamente ya no estaba. Después de este suceso, nunca más lo volvió a ver. Esto sucedió hace muchos años, pues ya es una persona adulta.
¡Fin!
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