Una noche, me encontraba sola en casa como de costumbre. Eran aproximadamente las 2:50 a.m., cuando comencé a escuchar un silbido proveniente de la calle. Al principio, no le di importancia, asumiendo que era algún sonido del viento. Pero con el paso de los minutos, el silbido se hizo más fuerte, pareciera que venía acercándose cada vez más. Fue entonces cuando empecé a asustarme. Algo en aquel silbido tenía un tono perturbador.
Después de un rato, el silbido cesó. Intenté tranquilizarme, diciéndome que solo era mi imaginación. Pero justo cuando el miedo comenzaba a disiparse, un fuerte golpe se oyó en mi puerta.
El pánico me invadió. Vivo sola, así que no había nadie más en la casa que pudiera hacer ese ruido. Rápidamente, corrí a mi habitación, cerré la puerta de un golpe, y puse el seguro. Me acurruqué en mi cama, temblando, intentando hacer el mínimo ruido, tratando de escuchar cualquier otro sonido.
No sé cómo logré dormirme, pero al día siguiente, cuando desperté, la puerta de mi cuarto estaba entreabierta. Los muebles de la sala se encontraban desordenados, como si alguien hubiera estado allí.
Desde aquella noche, nunca más volví a dormir tranquila.
¡Fin!
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