En la oscuridad de la vieja casa, habitada por Lucas y sus padres, se escondía un tormento invisible: la parálisis del sueño. Noche tras noche, Lucas se encontraba atrapado en su propio cuerpo, consciente pero inmóvil, mientras el miedo se apoderaba de su habitación.
Una noche, como tantas otras, la oscuridad lo envolvía. La familiar sensación de parálisis lo invadió, ahogando su respiración y acelerando su corazón. En medio de la angustia, una sombra se materializó en el umbral de la puerta. Al principio, la creyó una ilusión, pero su movimiento lento y encorvado confirmó su presencia.
Era una anciana espectral, su figura encorvada avanzaba con pasos temblorosos. Un silencio sepulcral la rodeaba, y su presencia irradiaba un frío glacial que invadía cada rincón de la habitación. Lucas, incapaz de gritar o pedir auxilio.
Al llegar al borde de la cama, la anciana se inclinó sobre él. Su rostro permanecía en la oscuridad, pero su aliento helado rozaba su mejilla. Con una mano huesuda oprimió su pecho, la presión fue aumentando hasta dificultar su respiración. El pánico se apoderó de Lucas, luchando por liberarse, por gritar, pero su cuerpo permanecía inerte.
En el clímax de su terror, sintió como su alma se encogía bajo la presión sobrehumana de la anciana. Solo un pensamiento martillaba en su mente: esa entidad quería su vida.
De pronto, la presión cesó. La anciana se desvaneció como una bruma, dejando a Lucas jadeando y empapado en sudor frío. El resto de la noche lo pasó en vela, cuestionando la realidad de lo vivido. ¿Había sido un episodio más de su parálisis o algo más siniestro? En lo más profundo de su ser, Lucas sabía que esa noche había rozado la muerte, había sentido la presencia espectral y su macabro deseo de asfixiarlo.
¡Fin!
¿Te gustó este relato? ¡Vota por él y ayúdalo a convertirse en la historia de terror más votada del sitio!.