En la escuela de Villa Nueva, ubicado en el corazón de la ciudad, solía quedarme hasta altas horas de la noche, sumergida en la preparación de mis clases para el día siguiente. Un atardecer, mientras el sol se despedía tiñendo el cielo de tonalidades anaranjadas, me encontraba organizando mis materiales.
Al finalizar, recogí mis pertenencias y me dispuse a abandonar el salón. Fue entonces cuando la percibí: una figura infantil, acompañada de un viejo osito de peluche, se hallaba de pie frente a mí. Me extrañó de sobremanera ver a una niña sola a esas horas en la escuela. Al acercarme, la pequeña huyó despavorida hacia los pasillos. A pesar de mi inquietud, tenía compromisos urgentes y no pude perseguirla; llamé al guardia de seguridad y le relaté lo sucedido, le rogué que buscara a la niña. Luego, me retiré del lugar.
Al día siguiente; el guardia se me acercó y me dijo: Señorita; lamento informarle que ayer no encontré a la niña; creo que lo que vio fue un fantasma; y me relató una antigua historia, sobre un trágico accidente ocurrido durante la construcción de la escuela. Una niña había perdido la vida en aquel entonces. No era la primera vez que alguien la veía deambulando por los pasillos, pero la historia se mantenía en secreto para no enturbiar la tranquilidad del lugar.
Una profunda tristeza se apoderó de mí. La pequeña alma en pena, condenada a vagar por los pasillos de la escuela, me conmovió hasta lo más profundo. Su historia, oculta en las sombras, me recordaba a aquellos que se nos han adelantado.
¡Fin!
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