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Los Duendes: Guardianes de las Huacas

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Me llamo Laura, y tengo 18 años. Esta experiencia que voy a compartir, me ocurrió cuando tenía 7 años.

En ese momento, estaba pasando mis vacaciones en la finca de mi tío, junto a mi abuela, mi primo Fernando y mi tío Aníbal. Allí se hablaba mucho sobre huacas escondidas, y que eran custodiadas por duendes. Decían que si alguien intentaba desenterrarlas, con malas intenciones o por codicia, los duendes se le aparecerían y lo maldecirían. Yo no creía mucho en esas historias, pensaba que eran simples cuentos… hasta que viví algo que me hizo cambiar de opinión.

Un día, mi primo y yo, fuimos a una cabaña abandonada donde a veces jugábamos. Estaba relativamente cerca de la finca. Al llegar, vimos a dos niños pequeños. Lo extraño era que tenían los pies torcidos, y sus caras parecían de ancianos.

Al principio pensé que eran niños con alguna enfermedad, y como en mi casa siempre nos enseñaron a tratar a todos con respeto, nos acercamos a preguntarles si querían jugar con nosotros. Ellos nos dijeron que sí, y nos invitaron a ir a su casa, que según ellos no estaba muy lejos, para jugar allí.

Nosotros aceptamos sin dudar, pero conforme avanzábamos, el camino se volvía cada vez más extraño. Ya no reconocíamos el lugar, e incluso mi primo comenzó a mostrar preocupación, y en ese momento, empezamos a sentir mucho miedo.

Yo ya no quería seguir caminando, así que tomé la mano de mi primo, y comencé a correr en dirección contraria. Corríamos sin parar, pero parecía que dábamos vueltas en círculo.

De pronto, escuché los gritos de mi tío Aníbal . Cuando lo vimos, todo lo que nos rodeaba comenzó a desvanecerse, como si todo hubiera sido una especie de alucinación. De repente, aparecimos justo al lado de la cabaña, donde habíamos encontrado a aquellos niños... o lo que fueran. Duendes, chaneques... no lo sé. Solo estoy segura de que no eran buenos.

Llenos de miedo, regresamos a casa, sin saber realmente qué había pasado. Al llegar, mi abuela estaba fuera de sí, desesperada. Nos contó que llevaban tres días buscándonos, incluso ya habían alertado a las autoridades.

Pero para mi primo y para mí… solo habían transcurrido unas pocas horas.

¡Fin!

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