A las afueras del pueblo, se encontraba la vieja casona de mi tatarabuelo. Al mudarme a ella, una inquietud inexplicable se apoderó de mí. Las historias de mi madre sobre la fortuna inexplicable de mi antepasado, sin haber trabajado un solo día, resonaban en mi mente como un enigma. Los vecinos, con miradas esquivas y murmuraciones veladas, parecían guardar un secreto que la casa misma se empeñaba en ocultar.
El sótano, con su atmósfera lúgubre y un cuarto oscuro en su interior, era el epicentro de mis desvelos. Cada noche, los gemidos y lamentos que emanaban de su interior me mantenían en vilo, alimentando una mezcla de terror y curiosidad. ¿Qué secretos se escondían tras esas paredes frías y húmedas?.
Un día, después de la escuela, mi archienemigo, ese chico que me había acosado desde mi llegada al barrio, me siguió hasta casa. Aprovechando un descuido, lo encerré en el sótano, ignorando las súplicas desesperadas que provenían del interior. Al bajar horas más tarde, lo que encontré me dejó helado: un silencio sepulcral reinaba en la oscuridad, solo roto por el brillo tenue de unas monedas de oro.
El rastro dorado se extendía por el suelo, guiándome hacia una pequeña tinaja llena de estas monedas. Mientras me acercaba con cautela, una sombra negra se materializó en la esquina, y una voz ronca susurró: "Si me alimentas con almas, te concederé toda la riqueza que desees, tal como lo hice con el antiguo dueño de esta casa!".
El terror me recorrió la piel como un escalofrío. La propuesta era aterradora, pero la tentación del poder y la riqueza era irresistible. ¿Qué harías tú en mi lugar? ¿Aceptarías un pacto con la oscuridad para alcanzar tus sueños, o rechazarías la tentación a costa de tu propia seguridad?.
¡Fin!
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