Una noche, mientras viajábamos de Monterrey hacia Chihuahua, mi madre estaba al volante y yo a su lado como copiloto.
De repente, un tráiler de gran tamaño apareció detrás de nosotros. Aunque solo veía la parte delantera a través del espejo, comenzó a iluminarnos con las luces altas, y a sonar el claxon de forma insistente.
Nos orillamos; esperando que el tráiler pasara, pero cuando parecía que lo haría, las luces se apagaron y el sonido del motor desapareció por completo. Mi mamá continuó esperando, pero el tráiler no pasó.
Horas después, mientras continuábamos nuestro viaje, empecé a notar figuras extrañas a la distancia, a orillas de la carretera. Parecían personas, pero no se les veían los pies; daba la impresión de que flotaran, como si no estuvieran tocando el suelo. Me sentí aterrado; pero no mencioné nada.
En un momento, mi mamá me pidió que dejara de mirar a los lados, y me concentrara en el camino. Cuando finalmente llegamos a nuestro destino, le conté lo que había visto, y me sorprendió descubrir que coincidía con lo que ella había sentido, aunque nunca me lo había comentado.
¡Fin!
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