Una tarde, Kanaq se adentra en la espesura de la selva, armado con su arco y flecha, dispuesto a cazar. De repente, escucha un ruido extraño y se detiene.
—¿Qué fue eso? —susurra Kanaq.
El Tunche aparece en forma de jaguar, y Kanaq se prepara para defenderse.
—¡No te acerques! —grita Kanaq.
El Tunche se transforma en un anciano y dice:
—No te preocupes, Kanaq. No te haré daño... todavía.
El Tunche le explica a Kanaq, que es un espíritu maligno que ha estado esperando por él.
—He estado esperando por ti, Kanaq —dice el Tunche con una sonrisa—. Tienes una reputación como cazador... y como hombre curioso.
—¿Qué quieres de mí? —pregunta Kanaq, intrigado.
—Quiero ofrecerte un trato —responde el Tunche, sonriendo—. Te llevaré a un lugar donde podrás cazar todas las presas que desees... pero a cambio, debes prometerme que nunca revelarás mi secreto.
Kanaq aceptó el trato, y el Tunche lo llevó a un lugar lleno de animales.
—¡Esto es increíble! —exclama Kanaq, emocionado.
—Sí... es un lugar especial —dice el Tunche, sonriendo—. Pero recuerda Kanaq... el secreto es tuyo. No lo compartas con nadie.
Kanaq regresa a su aldea, y comienza a cazar con éxito, pero pronto se siente abrumado por la culpa, y decide revelar el secreto del Tunche.
—Lo siento... no pude mantener el secreto —confiesa Kanaq.
—¡Traidor! ¡Te castigaré por tu falta de honor! —grita el Tunche, enfurecido.
El Tunche se venga de Kanaq y de toda la aldea, convirtiéndolos en animales.
Ahora la aldea está desierta, y los animales vagan libremente. El Tunche aparece en forma de jaguar, y se sienta en una roca, mirando hacia la distancia.
—La selva es un lugar peligroso... pero también es un lugar de grandes secretos. Recuerda Kanaq... el secreto es poder —susurra el Tunche.
¡Fin!
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