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El Regreso de La Llorona

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La gran angustia que Raquel experimentó al traer al mundo a su hijo Rodrigo, y descubrir que, a partir de ese momento, ya no sería capaz de ser madre nuevamente; fue lo que le dio la fuerza necesaria para enfrentar todos los obstáculos en su lucha contra el autismo de Rodrigo.

No ocurrió lo mismo con su esposo, quien la abandonó a su suerte. Afortunadamente, Raquel contaba con la herencia de su padre, lo que le permitía dedicar todo su tiempo a cuidar a su hijo, quien ya había cumplido 7 años. Raquel vivía feliz junto a él, sin pedir ni esperar nada más de la vida.

Un doctor le sugirió a Raquel que se trasladara al campo por un tiempo, y ella decidió seguir su consejo. Compró una encantadora casa cerca de un río, y durante varios meses disfrutó de la tranquilidad con su hijo. Sin embargo, un día trágico llegó, algo que Raquel jamás habría imaginado.

Una tarde, mientras Rodrigo jugaba en el río, Raquel se quedó dormida unos minutos, y ese breve instante fue suficiente para que Rodrigo fuera arrastrado por la corriente. Cuando Raquel despertó, ya era demasiado tarde. Por más que intentó rescatar a su hijo, la corriente lo había llevado lejos sin piedad. El dolor que sintió fue desgarrador, especialmente porque pasaron los días sin que el cuerpo de Rodrigo fuera encontrado.

Una noche lluviosa, en la que Raquel había decidido poner fin a su vida, escuchó golpes insistentes en la puerta. Corrió a abrir, y allí, completamente empapado, estaba Rodrigo. Raquel alcanzó a distinguir a una mujer de cabello largo que se alejaba entre sollozos, mientras llamaba desesperadamente a su hijo.

Aunque sintió miedo, la alegría de ver a su hijo con vida fue mucho más grande. Nadie creyó aquella increíble historia, pero a Raquel no le importaba; solo quería a su hijo a su lado. La calma había vuelto a su vida, y con ella, la felicidad que tanto anhelaba. Sin embargo, algo extraño empezó a suceder: a pesar de que el tiempo pasaba, Rodrigo no crecía; seguía siendo un niño de siete años.

Aunque Raquel estaba asustada, decidió no hacer nada al respecto y continuó cuidándolo, encontrando su felicidad en él. Pero los años pasaron, y Raquel envejeció. Finalmente, llegó el momento inevitable en que la muerte se llevó a Raquel, dejando a Rodrigo solo y desamparado. Por las noches, el niño lloraba desconsolado, llamando a su madre: ¡Mamaa! ¡Mamaa! ¿Dónde estás mamaa?.

Una noche, salió a caminar junto al río, todavía buscando a su madre, repitiendo entre lágrimas: ¿Dónde estás mamaa?. Inesperadamente, apareció aquella mujer que un día lo había salvado. Ella lo tomó de la mano, y juntos caminaron por los bosques, montañas y pueblos, para siempre.

¡Fin!

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