Don Toño, el veterano cuidador del cementerio del pueblo, se aproximaba a sus 60 años y estaba a punto de retirarse. Había dedicado su vida entera a ese lugar. Su jornada laboral concluía a las 7 pm, momento en el que cerraba la oficina y la sala de preparación de los difuntos.
El 27 de noviembre del 2020, debido a las restricciones del COVID, solo los familiares más cercanos acompañaban a los fallecidos en su último adiós. Ese día, don Toño realizó su última ronda para asegurarse de que todo estuviera en orden y despejado. Mientras regresaba, notó a una mujer de pie cerca de una fosa abierta.
—Buenas noches señora —dijo don Toño. No puede quedarse aquí, estamos a punto de cerrar y quedaría encerrada.
—No puedo irme —respondió la mujer. De hecho, estoy buscando al encargado. Aún estoy esperando que llegue alguien.
Luego de escucharla, don Toño le informó que cerraría a las 7:00 pm, pero que esperaría hasta las 7:30 para ayudarla. Encendió su linterna, pues ya estaba oscuro y apenas eran las 6:35. Al llegar a su oficina, vio una carroza fúnebre estacionarse en la entrada del cementerio. Observó cómo bajaban un ataúd, y junto a su familia, se dirigían a la fosa para depositarlo.
Con la intención de avisarles que pronto cerraría, don Toño los siguió hasta la fosa. Al llegar con la familia, notó que la mujer ya no estaba. Sin embargo, cuando colocaron los arreglos florales y la fotografía del difunto, un escalofrío recorrió su cuerpo. En la foto estaba la misma mujer que le había pedido esperar.
Con el corazón latiendo aceleradamente, don Toño se dio la vuelta y salió rápidamente del cementerio. Había conversado con un fantasma sin darse cuenta. Desde entonces, don Toño se negó a realizar la última ronda solo, temiendo otro encuentro sobrenatural.
¡Fin!
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