Una noche, un grupo de adolescentes caminaba hacia sus hogares. Habían salido de un café y ya no sabían de qué hablar, hasta que a una de las chicas se le ocurrió una idea.
—Chicos, ¿qué les parece si jugamos a los desafíos?
La más intrépida del grupo, Alexa, aceptó de inmediato.
—Bueno, aprovechando que pasaremos cerca del cementerio, se me ocurre que tú, Alexa, no te atreverías a entrar y pisar una tumba.
—¿Estás loca? Eso es pan comido. Mira cómo voy y lo hago.
Con gran determinación, Alexa decidió aceptar el reto.
—Alexa, espera, ¿cómo sabremos que realmente pisaste la tumba? Toma esto y clávalo allí como prueba. Pero ten cuidado, porque dicen que si pisas una tumba, el muerto te jalará y te llevará con él —le advirtió uno de sus amigos, ofreciéndole una navaja.
Alexa, segura de sí misma, tomó la navaja y se dirigió rápidamente al cementerio. Al adentrarse, comenzó a sentir una extraña sensación, como si un montón de miradas la observaran. Sin embargo, decidió seguir adelante y cumplir su palabra. Escogió una tumba y se preparó para dejar evidencia de su hazaña, clavando la navaja en el suelo. Sin embargo, justo cuando iba a regresar, sintió que algo la jalaba. No podía creerlo, el miedo comenzó a apoderarse de ella. Intentó zafarse, pero no pudo.
Mientras tanto, sus amigos empezaron a preocuparse por su demora y decidieron ir a buscarla. Al llegar al lugar donde Alexa se encontraba, la hallaron tirada en el suelo. Uno de ellos se acercó y se quedó paralizado al descubrir que estaba muerta, con la navaja aún clavada en su falda. Al realizarle la autopsia, los médicos determinaron que había fallecido por un ataque al corazón. No era un muerto quien la jalaba; fue su propio nerviosismo lo que la llevó a clavarse la navaja en la falda, y su terror la llevó a la muerte. Alexa no tuvo suerte, y por si acaso, nunca pises una tumba.
¡Fin!
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