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La Sombra de la Noche

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Hace cuatro años, mientras aún cursaba mis estudios universitarios en la ciudad de Orizaba en Veracruz, mi novia y yo nos encontramos envueltos en un encuentro inexplicable que marcaría para siempre nuestras vidas. Era una noche fría y oscura, cerca de las 10 y 30 de la noche, cuando nos dirigíamos a cenar a casa de una amiga. El camino era corto, apenas a unas cuadras de nuestro departamento, por lo que decidimos ir caminando, disfrutando de la tranquilidad de la noche. Todo transcurría con normalidad, charlando animadamente mientras nuestros pasos resonaban en las calles casi desiertas. Al llegar a la esquina que nos conduciría al destino, mi novia me interrumpió en medio de la conversación: "¿Qué es eso que viene a lo lejos?", preguntó con un tono de inquietud en su voz.

Intrigado, giré la cabeza para seguir su mirada. A lo lejos, entre la luz tenue de las farolas, pude distinguir la silueta de una figura alta y corpulenta. Su forma era extraña, como si estuviera jorobada, y se movía de una manera inusual, como arrastrando los pies, a una velocidad sorprendente para la distancia que nos separaba.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al percatarme de que la figura se dirigía hacia nosotros. A pesar del miedo que comenzaba a invadirnos, tratamos de mantener la calma, pensando que se trataba de un vagabundo o alguien que regresaba a casa después de trabajar.

Continuamos nuestro camino, doblando la esquina para llegar a la casa de nuestra amiga. Sin embargo, cuando apenas nos faltaban dos casas para llegar, la mano de mi novia se apretó con fuerza alrededor de la mía y su voz temblorosa me susurró: "¿Has visto lo que viene detrás de nosotros?".

Giré la cabeza de inmediato, y allí, en la misma esquina que acabábamos de doblar, se encontraba la extraña figura que habíamos visto antes. Lo imposible había sucedido: había recorrido la distancia en un tiempo que parecía desafiar las leyes de la física.

El pánico se apoderó de nosotros. Sin pensarlo dos veces, echamos a correr a toda velocidad. Llegamos a la casa de nuestra amiga, tocamos la puerta con desesperación y, en cuanto se abrió, nos metimos dentro sin mirar atrás.

Nuestra amiga, al vernos pálidos y aterrorizados, nos preguntó qué había pasado. Entre jadeos y palabras entrecortadas, le relatamos nuestra escalofriante experiencia. Su rostro se llenó de preocupación y, junto con sus padres, salió a la calle para ver si podían ver algo, pero no había ni rastro de la misteriosa figura.

Esa noche, el miedo nos impidió regresar a nuestro departamento, por lo que nos quedamos a dormir en casa de nuestra amiga. Hasta el día de hoy, no tenemos idea de qué fue lo que nos siguió aquella noche. ¿Acaso se trataba de un ser de otro mundo? ¿O quizás era un simple vagabundo que nos pareció extraño por la oscuridad y el miedo?.

¡Fin!

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