Buenas tardes, quisiera compartir una experiencia que viví trabajando en la rehabilitación de carreteras y autopistas.
Como mencionaba, yo me encargo del área de la construcción de vías terrestres en el noreste de México, específicamente en Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas.
La anécdota que les contaré ocurrió en Coahuila, mientras rehabilitábamos la carretera 57 (Saltillo-México), cerca del kilometro 213, en el área de la caseta de cobro del Huachichil, en la sierra de Arteaga. Estábamos trabajando en el cuerpo de la autopista que va de Saltillo hacia México. Para ello, tuvimos que implementar una desviación en contraflujo, es decir, enviar los vehículos para que circularan de ida y vuelta por el otro cuerpo, el del sentido de circulación de México hacia Saltillo.
Se requería colocar señalamiento con iluminación tanto al inicio de la desviación como al final, para que los vehículos se incorporaran a su circulación normal. También era necesario dejar un velador en cada extremo para vigilar que no faltara gasolina a las plantas de luz que mantenían prendido dicho señalamiento durante la noche.
El personal de la federal de caminos nos exigía que se prendiera la señalización desde las 4:30 de la tarde para que estuviera lista cuando obscureciera y así evitar accidentes.
Ese día, mientras estaba en la caseta de obra, a unos 2 km de distancia del tramo de trabajo pero con buena visibilidad, noté que el velador del extremo donde iniciaba la desviación encendió su señalización, pero el del otro extremo, conocido como El Diablo por ser un lugareño de la zona, no lo hizo. Aunque era temprano y aún de día, me pareció extraño, pero no le di mucha importancia en ese momento.
Conforme oscurecía, el velador del otro extremo seguía sin prender su señalización, lo cual empezaba a generar presión por parte de la federal de caminos. Mandé a buscar a El Diablo a su casa, pero regresaron sin él. Cada vez estaba más oscuro y nada que prendía, hasta que finalmente llegó El Diablo a la caseta de obra.
Le recriminé su falta de responsabilidad, pero él muy calmado me dijo que no iría al extremo donde debía prender la señalización, porque allí se encontraba una bruja muy poderosa que fumaba. Propuso que lo acompañara a prender la planta de luz y la señalización, pero que él solo no iría. A regañadientes, accedí y nos dirigimos al lugar.
Al llegar, mientras aún estaba molesto, empezamos a escuchar un chiflido muy fuerte y aleteos de un ave que parecía ser muy grande. El Diablo comentó, con tranquilidad, que había enojado a la bruja, y se nos erizó la piel al escuchar los sonidos cada vez más cerca. A pesar del temor, logramos encender la planta de luz y la señalización.
Mientras regresábamos a la camioneta, en la oscuridad, El Diablo señaló hacia la maquinaria y me mostró la silueta de una bruja fumando un cigarro, que se elevó sobre nosotros con una carcajada y aleteos de un ave grande. La obscuridad era tal que apenas se veía a corta distancia.
¡Fin!
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