En el pueblo de San Miguel, había un hombre llamado Federico que estaba casado con la mujer más hermosa del lugar. Ella tenía una belleza única, con una piel blanca como la nieve y un cabello negro como la noche. Todos los hombres se sentían atraídos por ella, pero las mujeres del pueblo la miraban con desconfianza, ya que nadie sabía de dónde venía. Solo sabían que Federico la había encontrado en el bosque, meses atrás.
Las mujeres del pueblo cuchicheaban a espaldas de Federico, diciendo que su esposa era una bruja. Federico defendió a su esposa, pero su madre, que también pensaba igual que las otras mujeres, le pidió que fingiera dormir y que cuando ella saliera, el la siguiera para descubrir la verdad. Le dijo que esa noche, su esposa se quitaría la piel de mujer y se convertiría en un animal.
Federico aceptó el desafío y fingió dormir. Cuando su esposa creyó que él estaba dormido, salió al patio trasero y se quitó la piel de mujer hermoza. Federico se quedó horrorizado al ver su verdadera forma: una criatura fea y arrugada. Pero antes de que pudiera reaccionar, su esposa se transformó en un búho y voló hacia el cielo oscuro.
La madre de Federico le dijo que esparciera sal sobre el cuerpo que la bruja había dejado, ya que era un remedio efectivo para matarla. Federico lo hizo sin dudar. Cuando la bruja regresó, tenía una joroba llena de llagas en la espalda y el cabello seco y escaso. Tenía garras negras y horribles que se ponía para disfrazarse de mujer bella.
La bruja al intentar ponerse la piel que había dejado, empezó a retorcerse de dolor, desgarrando su piel y lanzando aullidos inhumanos. Federico y su madre la observaban con horror y espanto. Finalmente, la bruja cayó muerta, quedando su cuerpo inerte en el suelo.
Dicen que si pasas por ahí, todavía puedes escuchar los lastimosos gritos de la bruja y ver su espíritu atormentado, intentando revestir el cuerpo de la hermosa mujer que fue en otro tiempo.
¡Fin!
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