Esto me sucedió cuando mi hija tenía cinco meses. En ese entonces, ella y yo dormíamos juntas, mientras mi esposo lo hacía en otra habitación. Una noche, alrededor de las dos o tres de la madrugada, mientras estábamos acostadas, sentí que mi esposo entraba en la habitación y se acostaba a los pies de la cama. No dijo nada, simplemente se quedó ahí. Me dio la impresión de que estaba completamente desnudo. Empecé a tocarlo con los pies para ver si decía algo, pero permanecía en silencio.
Después de un buen rato, sentí como si alguien me abrazara. Realmente sentí calor en ese abrazo y pensé que era mi esposo quien se había acercado a mi lado. Pero no era posible, ya que aún podía tocarlo con mis pies al pie de la cama. En ese momento, una corriente fría recorrió mi cuerpo, paralizándome. No podía moverme, por más esfuerzo que hiciera. Aquel abrazo cálido se había convertido en una cadena que me tenía atrapada.
Desesperada, intenté gritar, pero no me salía ningún sonido. Al voltear la mirada hacia donde estaba mi bebé, vi un ser con un rostro muy pálido que la miraba fijamente. El miedo aumentaba a cada segundo. Con mucho esfuerzo, pude mover mi mano y agarrar la manita de mi hija. Mientras la sostenía, empecé a orar. Al rezar el Padre Nuestro, sentí cómo los brazos que me mantenían inmóvil me soltaron. Recuperé el movimiento de mi cuerpo y pude ver un resplandor salir de la habitación.
Al final, no supe si fue un sueño o algo real.
¡Fin!
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