Hace unos años, tuve que someterme a una cirugía de urgencia. Durante la operación, todo transcurría con normalidad, hasta que sucedió algo inesperado. Me desperté en medio de la operación, sintiendo cada corte, y cada procedimiento que los médicos realizaban en mi cuerpo. El dolor era insoportable, y para empeorar mi situación, no podía moverme. Estaba completamente consciente de cada cosa que me hacían. No sé si por ese mismo dolor entré en paro, pero lo recuerdo con claridad.
El médico me miraba fijamente a los ojos, y me pedía que reaccionara, que respirara, mientras me aplicaban maniobras para reanimarme. No tengo claro cuándo perdí el sentido, pero sí sé que en un momento, me vi a mí misma tendida en la camilla de operaciones, rodeada de los médicos.
Entonces miré hacia la puerta del quirófano, y vi a una mujer que se marchaba. De pronto, sentí que debía seguirla, así que fui tras ella. Cuando estaba a punto de tocarla, sentí una mano en mi hombro, acompañado de una voz que me decía: "Todavía no es tu momento". De inmediato reconocí esa voz. Era la de mi papá, quien había fallecido años antes.
Vi su mano, y supe con más seguridad que era él, pero no llegué a ver su rostro. Le dije cuánto lo extrañaba, y que mi hermano estaba cumpliendo bien su papel.
Él me respondió que estaba orgulloso de nosotros. En ese momento abrí los ojos, y lo primero que vi fue la luz blanca del quirófano. Comencé a llorar, sintiendo una tristeza muy profunda. Los doctores me hablaban, pero no entendía nada. Cerré los ojos otra vez, y me volví a quedar dormida.
Desperté más tarde en una habitación del hospital, como si nada hubiera ocurrido. Pero yo sé que estuve en otro plano. Y alguien muy querido me trajo de vuelta.
¡Fin!
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