En la ciudad de Valparaíso, donde la niebla nocturna se mezcla con la oscuridad, vivía Don Roberto, un hombre acaudalado y respetado. Sin embargo, su vida cambió drásticamente cuando su madre, Doña Elena, falleció después de una larga enfermedad. Don Roberto estaba destrozado, pero decidió honrar su memoria enterrándola con su collar de perlas, un regalo de bodas de su abuelo. El collar era un objeto precioso, con perlas perfectamente redondas y un broche de oro macizo.
Pocos días después del funeral, Don Roberto decidió pasear por el mercado para distraerse de su dolor. Mientras caminaba por las calles empedradas, se detuvo frente a una tienda de antigüedades. Su corazón se detuvo cuando vio el collar de perlas de su madre en el escaparate. No podía creer lo que veía. ¿Cómo era posible que el collar estuviera allí, cuando él mismo lo había enterrado con su madre?
Don Roberto entró en la tienda, con la esperanza de encontrar alguna explicación. El vendedor, un hombre delgado con ojos astutos, le dijo que lo había comprado a un desconocido, pero Don Roberto sabía que era imposible. Nadie podría haber sacado el collar de la tumba de su madre sin que él lo supiera.
La noticia se extendió rápidamente por la ciudad, y pronto se supo que no era el único caso. La familia de la joven Sofía, que había fallecido en un trágico accidente, encontró su anillo de compromiso en una joyería del centro. La familia de Don Pedro, que había perdido a su hijo en un naufragio, encontró su reloj de oro en una tienda de segunda mano.
La ciudad estaba conmocionada. ¿Quién estaba desenterrando a los muertos y vendiendo sus pertenencias? La policía investigó y encontró varios casos más, todos con la misma característica: objetos valiosos que habían sido enterrados con los difuntos, ahora estaban a la venta en las tiendas del centro.
La investigación continuó durante semanas, pero no se encontró ninguna pista que llevara a los responsables. La ciudad estaba asustada, y la gente comenzó a hablar de fantasmas y resurrecciones. Sin embargo, la realidad era mucho más siniestra.
Una noche, la policía recibió una llamada anónima que los llevó a un cementerio abandonado en las afueras de la ciudad. Allí, encontraron a un hombre sombrío y silencioso, cavando una tumba. Era "El ladrón de tumbas", un hombre sin escrúpulos que se había dedicado a desenterrar a los muertos y vender sus objetos de valor a los comerciantes del centro.
La ciudad respiró aliviada cuando "El ladrón de tumbas" fue arrestado y encarcelado. Sin embargo, la pregunta seguía en el aire: ¿qué había llevado a ese hombre a cometer semejante atrocidad? ¿Y qué había sido de los muertos que habían sido desenterrados? La respuesta seguía siendo un misterio, pero una cosa era cierta: la ciudad de Valparaíso nunca volvería a ser la misma.
¡Fin!
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