Mi amiga siempre ha sido una apasionada de lo paranormal, así que cuando me invitó a acompañarla al Cementerio Francés, no pude resistir la oportunidad de burlarme un poco de sus creencias. El cementerio es un lugar impresionante, con tumbas de personalidades reconocidas y esculturas impresionantes. Mi amiga quería sacar algunas fotos, y yo estaba dispuesto a acompañarla.
Mientras explorábamos el cementerio, encontramos un sector abandonado y lleno de tumbas descuidadas. La hierba crecía entre las lápidas, y las tumbas estaban cubiertas de polvo y telarañas. Mi amiga me advirtió que no me acercara a una tumba en particular, pero yo no le hice caso. La curiosidad me picó, y me acerqué a la tumba con una puerta semiabierta.
Dentro del féretro, encontré un esqueleto con algunos pelos aún adheridos al cráneo. Me pareció extraño, pero no le di mucha importancia. Mi amiga me advirtió que no sacara una foto al cadáver, pero yo no le hice caso. "No lo hagas, su espíritu se va a enfadar", me dijo. Pero yo no creía en esas cosas, así que saqué la foto de todos modos.
Esa noche, me fui a dormir pensando en lo ridículo de la frase "su espíritu se va a enfadar". "¿Qué va a hacer, asustarme?", pensé yo. Pero cuando me desperté a la madrugada, escuché golpecitos en la ventana de mi habitación. Pero mi ventana no tiene vista al exterior, sino un espejo grande sobre una cómoda de madera.
Me quedé paralizada, comencé a escuchar un ruido sordo y persistente en la madera del mueble. Pensé que era mi gata, pero al mover ligeramente la pierna, sentí que estaba durmiendo a mis pies. Ella se despertó igual de sobresaltada que yo y empezó a gruñir en dirección al espejo, supongo.
No sabía qué hacer, escuchaba un ruido ensordecedor de arañazos, crujidos y golpes que me hacían temblar. Estaba aterrada. Mi gata se fue corriendo hacia la cocina y, de repente, todo se puso en silencio. "Cosas de mi imaginación", pensé yo, hasta que empecé a escuchar los pasos.
La sensación de presencia se intensificó en mi cama. Me sentí como si alguien estuviera parado a mi lado. Sin pensarlo, cerré los ojos con fuerza, como si eso me fuera a teletransportar a otro lugar. Y de repente, sentí una mano helada en mi cara. Al abrir los ojos, vi al mismo cadáver que había fotografiado esa misma tarde.
Me miró con una expresión vacía y me dijo: "No te acerques más a los muertos". Luego, escuché cómo se iba alejando en dirección a mi espejo y desapareció dentro de él.
¡Fin!
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