En la ciudad donde vivo, hay un río al que visitamos por lo general en Semana Santa. Sobre él se cuenta una leyenda aterradora, que dice que en sus aguas, habita una criatura misteriosa.
Esta historia comenzó una tarde, cuando junto a un grupo de amigos, decidimos acampar cerca del río, ignorando las advertencias.
Al principio, todo transcurría con normalidad. Estábamos disfrutando del día, recordando anécdotas de años pasados, y riendo juntos, como solíamos hacerlo. La tarde estaba calurosa, lo que hacía que el agua del río, fuera la invitación perfecta para refrescarnos. Así que, sin pensarlo mucho, nos metimos al agua, confiados en que todo seguiría bien.
Sin embargo, poco después, una extraña sensación comenzó a sentirse en el ambiente. Pensamos que era solo nuestra imaginación, así que decidimos seguir disfrutando del momento. Fue en ese instante, cuando sentí una mano que me sujetaba la pierna debajo del agua. Intenté liberarme, pero la fuerza con la que me agarraba, no permitía que me moviera. Con el corazón acelerado, logré soltármela, y les conté a mis amigos lo sucedido. Rápidamente, todos salieron del agua, recogimos todo, y nos fuimos lo más rápido posible de allí.
Al final, entendimos que algunas leyendas no son solo historias, y que a veces, es mejor no desafiar lo desconocido.
¡Fin!
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