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La presencia en la casa de la magia negra

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Cuando tenía aproximadamente 14 años, vivía con mis padres en una casa donde anteriormente se practicaba magia negra, algo que descubrimos mucho tiempo después. Al llegar, los focos estaban quemados, los sockets derretidos, las conexiones fundidas y había círculos de veladoras en el piso de casi toda la casa. Siempre se percibía una vibra rara, pesada; sentía que alguien o varias personas me observaban. Al dormir, la sensación era inquietante, por lo que prefería dejar la luz del pasillo encendida. Al final de ese pasillo había un espacio donde teníamos una sala y un librero. Desde mi cuarto podía ver esa parte, ya que se reflejaba en la puerta.

Un día, no podía dormir y daba vueltas en la cama. Cuando cerré los ojos para intentar dormir, sentí que alguien se sentó en mi cama a un costado mío. Abrí los ojos pero, del miedo, no quería voltear. Me quedé tiesa, sintiendo como si se acostara a mi lado y el respirar de alguien en mi oreja. Solo pensé en Dios y me giré rápidamente, pero no había nadie. Aún asustada, me senté en mi cama y escuché un ruido como de una bolsa en el pasillo.

Volteé a ver la puerta del cuarto y vi, en el reflejo, a un hombre parado frente al librero, estirándose para alcanzar unas bolsas que estaban arriba, pero estas estaban hasta atrás y contenían unas figuras de mármol. La bolsa estaba muy pesada. En cuanto lo vi, el hombre volteó la cabeza hacia la puerta donde yo lo estaba viendo y se quedó fijo viendo. Pegué un grito fuerte: "¡Mamá, papá, ayuda! ¡Alguien se metió a la casa!". El hombre, al escuchar, corrió hacia la escalera.

En eso, mi papá ya venía corriendo a mi cuarto y logró ver al hombre que bajaba, así que fue corriendo tras él. Bajamos mi mamá, mi hermana y yo. La casa tenía protecciones en puertas y ventanas, y cerrábamos con candado las puertas de adelante y de atrás por la noche. Buscamos por todos lados y no encontramos a nadie. Las puertas estaban con candado y las ventanas cerradas. Lo único que encontramos fue la bolsa tirada a mitad de la escalera, con las figuras de mármol rotas.

¡Fin!

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