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La Procesion de las Almas del Purgatorio en Toro

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Tengo 24 años y resido en una pequeña casa con mis tres hijos en un pueblo llamado Toro, en España. En mi pueblo, las leyendas son poco comunes. Una noche, el 28 de noviembre, después de acostar a mis hijos, me dispuse a tomar un vaso de leche antes de dormir, como de costumbre. Mi habitación, aunque pequeña, tiene una gran ventana que da a la calle. Vivo cerca de la carretera, así que no me extraña escuchar ruidos provenientes de afuera.

Esa noche, me desperté repentinamente y fui a revisar a mis hijos. El reloj marcaba las 2:55 a.m. Luego, fui a la cocina a prepararme un vaso de leche y regresé a mi habitación para seguir durmiendo.

Al sentarme en la cama, comencé a escuchar ruidos que, al principio, pensé que eran simplemente personas pasando por la carretera. Sin embargo, con el paso de los minutos, los ruidos se acercaban más y se volvían más fuertes, como murmullos. A pesar de estar molesta, pensando en cómo la gente podía hablar a esas horas sin importarles los demás, me acosté y cerré los ojos para dormir. Pero la sensación de algo extraño persistía, y los murmullos parecían convertirse en una escalofriante melodía, como un ritual o una invocación, algo difícil de describir pero aterrador.

Aunque me daba miedo, sentí la necesidad de asomarme por la ventana para saber qué estaba ocurriendo. Al hacerlo, vi siluetas borrosas de personas afuera, todas vestidas con capas que ocultaban sus cuerpos, con manos como si estuvieran en llamas y piernas que flotaban unos centímetros sobre el suelo. En medio de ese grupo, había una persona que parecía normal, llevaba una caja en las manos. Todo esto duró solo unos segundos, pero fue suficiente para asustarme profundamente. Corrí aterrorizada hacia la habitación de mis hijos.

Intenté llamar a la policía, al padre de mis hijos y a mis padres, pero el teléfono no funcionaba. Estaba desesperada por proteger a mis hijos, pero no sabía qué hacer. No sé cuánto tiempo pasó, pero se me hizo eterno hasta que salió el primer rayo de sol y los extraños desaparecieron.

Llamé al padre de mis hijos, quien vino a verme y me reconfortó. Mi hija mayor, al escuchar lo sucedido, mencionó algo sobre la Santa Campaña, un grupo de almas en pena que anuncian desgracias, como la muerte. Según ella, la persona que encabezaba el grupo era un mortal pagando una penitencia.

Días después, mi hija me trajo un libro del colegio que hablaba sobre la Santa Campaña. Según el libro, aquellos que ven la procesión cargan con una cruz y a veces deben buscar a alguien ingenuo que tome su lugar. Agradezco que mi miedo esa noche no me permitió abrir completamente las cortinas, ya que haber visto la Santa Campaña habría significado llevar esa cruz y cumplir esa penitencia.

¡Fin!

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