Mi nombre es Julio, y esto me sucedió allá por el 2013, alrededor de las 6 de la tarde, cuando regresaba de Nuevo Laredo a la Ciudad de México. Conducía mi tráiler en una ruta habitual para mis entregas, y decidí descansar en los límites de Nuevo León y Coahuila, tras un largo viaje.
Me encontraba cerca de un lugar, conocido como La Cuesta de los Muertos, famoso por sus capillas que albergan figuras religiosas, como la Virgen, la Muerte, San Charbel, San Judas y Malverde.
Bajé del tráiler para estirar las piernas, y dar una vuelta alrededor del vehículo, revisando todo antes de continuar. Aunque no soy religioso, me acerqué por curiosidad a las capillas.
Casi al anochecer, subí nuevamente al tráiler para descansar un poco más. Estaba sentado, cuando de repente, las veladoras comenzaron a prenderse solas. Me quedé sorprendido, ya que eran velas de cera, y no entendía cómo podían encenderse sin intervención. Vi cómo se encendían una tras otra, comenzando con las de la imagen de la Muerte, seguidas por las de la Virgen, hasta que todas estaban iluminadas.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, asombrado y desconcertado. Finalmente reaccioné, encendí el motor del tráiler, y me alejé rápidamente de allí.
Tuve suerte de estar dentro del tráiler cuando ocurrió todo, porque si hubiera estado afuera, no sé qué habría pasado. Desde ese momento, nunca volví a parar cerca de esas capillas, a pesar de que viajaba frecuentemente por esa carretera.
¡Fin!
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