Hace algún tiempo, mientras trabajaba en una empresa ubicada en Guadalajara, Jalisco, llegó un nuevo compañero al lugar. Era un joven que se presentó conmigo, pero en el instante en que se acercó, noté algo inusual: junto a él, pude percibir la presencia de un hombre.
Este hombre, no era alguien común; claramente, era un espíritu, y de inmediato supe que se trataba de su hermano. Sin rodeos, le dije:
—Hay alguien que siempre está contigo. Es tu hermano que ya no está en este mundo.
El joven, sorprendido, me miró fijamente y preguntó:
—¿Cómo sabes eso? Es cierto, tenía un hermano que falleció.
Le respondí:
—Déjame intentar ver, cómo ocurrió su muerte.
Entonces, mi mente se llenó de imágenes, como una especie de visión. Vi un accidente de auto: una familia viajaba en un coche blanco. El padre de familia conducía, pero en un momento de descuido, se atravesó imprudentemente, y el vehículo fue embestido. Todo sucedió muy rápido, y el hermano de mi compañero perdió la vida en el acto.
Relaté todo tal cual lo había visto, y él quedó atónito. Me confesó que así, exactamente como lo había descrito, había ocurrido el accidente.
Sin embargo, después de eso, noté que empezó a evitarme. Le daba miedo lo que le había contado, especialmente porque no me conocía, y no entendía cómo podía saber todo eso.
Un día, le hablé para tranquilizarlo:
—No tienes por qué tener miedo. Yo solo puedo ver y sentir cosas, pero no soy alguien malo. Soy tu compañero de trabajo, nada más.
Finalmente, le transmití el mensaje que su hermano quería darle:
—Él no tuvo oportunidad de despedirse de ti, y quiere que sepas que siempre te ha acompañado. También te pide que lo perdones, por cualquier cosa que te haya lastimado. Él solo desea descansar en paz.
¡Fin!
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