No sé cómo decir o explicar lo que me sucede… o lo que a veces presiento.
Hay gente que me dice que no tenga miedo, que aprenda a vivir con ello.
Soy de Galicia, y aquí es común hablar de brujas, curanderos, y del mal de ojo.
Un día decidí ir donde un curandero, nunca había ido antes, tenía muchas dudas… y tampoco tenía mucha fe.
Pero os adelanto algo: ¡flipé!
No sé cómo esa persona que no me conocía de nada, pudo decirme todo eso sin que yo hablara.
Las primeras afirmaciones que me dijo, fueron mientras yo estaba acostada en una camilla.
Al oír lo que me decía, me levanté, lo miré muy sorprendida, y entre lágrimas, le pregunté:
—¿Cómo sabes eso? ¡Eso solo lo sabemos tres personas! Yo, mi madre… y mi padre, que ya murió.
Seguimos hablando de más cosas, y yo estaba completamente descolocada.
De repente, sentí una especie de fuego en las manos y en la planta de los pies.
Él me preguntaba seguido:
—¿Estás bien? ¿Sientes algo?
Lo más fuerte fue cuando me dijo:
—No me respondas. Tú presientes cosas, pero no las cuentas por miedo a que no te crean… y porque tú misma no las entiendes.
Al escuchar eso sobre mí, no pude callar más. Sentí que era el momento de compartirle al menos, una de las cosas que me había sucedido, frente a más personas. Así que procedí a contarle una de esas experiencias:
Un día, mientras regresábamos del instituto en el autobús, a punto de tomar una curva, algo extraño me ocurrió. De repente, sin pensarlo, dije:
—¡Agárrense fuerte! ¡Viene un coche rojo a toda velocidad!
Y efectivamente… el bus tuvo que frenar, porque un coche rojo invadió nuestro carril.
Me quedé asombrada, y mis compañeros aun más, quienes inmediatamente me dijeron:
—¡Tú eres bruja!
Este suceso me descolocó por completo, me quedé callada, preguntándome: ¿Por qué dije eso? ¿Cómo supe lo que iba a pasar?
Una sensación de miedo me invadió, al no encontrar ninguna explicación.
¡Fin!
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